La naturaleza ha sido injusta en la distribución entre los géneros de la carga por la reproducción de la especie. Los hombres nunca se ven enfrentados, como las mujeres, a tener que optar entre desarrollar una vida sexual activa, mantener intacta su capacidad reproductiva o competir en condiciones de igualdad en el mercado del trabajo. Los hombres pueden gozar o poseer esos bienes simultáneamente; las mujeres, no. Además, tolerar la invasión no consentida del propio cuerpo es algo que ningún ser humano tiene que soportar a favor de otro ser humano.
Bascuñán, A. (2009). El problema no es el aborto, sino el embarazo. Nomadías, (10). Recuperado a partir de https://revistaderechopublico.uchile.cl/index.php/NO/article/view/15140