La irrupción del Ejército francés en octubre de 1806 a la ciudad germana de Jena no deja de ser un hecho curioso y lleno de interés para un análisis meta-histórico-filosófico. Ese mismo día, en un taller de trabajo, un joven profesor particular contempló como el Comandante en Jefe de dicho Ejército irrumpe en las llanuras, derrota al orgulloso Ejército prusiano y entre victorioso en la ciudad. Dicho profesor escribía a un amigo: “He visto nada menos que la historia misma montada a caballo. Ayer vi a Napoleón: en él se encarna el espíritu del mundo. Es de hecho una sensación maravillosa observar a tal individuo, quien, concentrado aquí en un solo punto, se extiende por sobre el mundo y sus amos”. La admiración y l esperanza que genera en una persona la irrupción de un enemigo en su país para el futuro de su país es, sin duda, un nuevo precedente en el mundo. A pesar de la invasión napoleónica y de las divisiones políticas, algo mantuvo unido a los pueblos germánicos del centro de Europa. Dicha unión iba más allá de hacer frente a un enemigo común. Dicha unión se fortalecería en unos años más, hasta conseguir la plena unificación.
Narváez Gallo, F. J. (2016). El sentido de una Educación Nacional. Revista De Derecho Público, (69), Págs. 436–445. https://doi.org/10.5354/rdpu.v0i69.40039